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Piura (Perú), 19 sep (EFE).- “El dengue mata”, exclama un gran cartel en las puertas del cementerio de un asentamiento humano de la región de Piura, en el norte de Perú. Las muertes por esta enfermedad, que se han multiplicado por cinco este año respecto al anterior, son uno de los infinitos eslabones de la cadena de consecuencias de El Niño Costero, un fenómeno que hace más vulnerables a los vulnerables.

Restos de sacos de arena se acumulan junto a las paredes de edificios de Piura y alrededores, que tienen la parte inferior descolorida como un doloroso recordatorio del fuerte paso de las lluvias que tradicionalmente afecta a esta zona del país.

El Niño Costero que arrasó en 2017 esta región fue recordado por un momento a inicios de este año, cuando se dieron fuertes lluvias, y por lo tanto viviendas dañadas, subida de precios, pérdidas de trabajos, cultivos arruinados y proliferación de enfermedades.

“Nosotros en las lluvias sufrimos bastante porque no pensábamos que fuera a llegar una lluvia tan fuerte, nos afectó a las casitas, nuestros animales que criamos nosotros mismos  (…) con las lluvias perdimos todo y el trabajito escaseó, los alimentos subieron y no hay para comprar, está todo demasiado caro”, relata a EFE Elsa Cheros, una vecina del asentamiento humano de Mocará.

Entre lágrimas recuerda cómo en marzo el agua entró a la mayoría de casas por filtraciones provocadas por las lluvias y también porque un río cercano se desbordó.

Y no solo lamenta lo perdido, tanto ella como las otras mujeres que le rodean reclaman que no ha llegado ningún tipo de ayuda para hacer frente a las reparaciones que no pueden pagar y que las autoridades les prometieron hace meses.

Reparaciones que además serán necesarias para afrontar a El Niño Global, que se prevé que llegue con fuerza a finales de 2023

“Son necesarios proyectos de inversión pública”, afirma Josué Porras, técnico de agua y saneamiento de Acción contra el Hambre, frente a enormes bidones instalados en el asentamiento por parte de la organización para garantizar el acceso a agua potable.

El experto se refiere a planes de descolmatación de cuencas, desagües para que el agua que se acumula pueda tener una salida y sobre todo el poder abastecer estas zonas con agua dulce.

Diversas vulnerabilidades

Un hombre con dengue yace en una camilla, el 6 de septiembre de 2023 en el establecimiento de salud de Catacaos, departamento de Piura (Perú). EFE/Paolo Aguilar

“Al haber lluvias hay sembríos afectados, la chacras se inundan y la población necesita alimentos de primera necesidad porque no va a haber producción”, lo que según relata Porras, afecta a las familias que viven de la agricultura en su autoconsumo y también de las pequeñas ventas, lo que reduce sus ingresos económicos.

Elsa y otras vecinas hacen fila para llenar sus cubos de agua potable en estos bidones, un bien que no tenían hasta hace un par de meses y que tanto en momentos de emergencia climática como en la vulnerabilidad económica en la que viven es esencial.

Pero además del impacto económico y la inseguridad alimentaria, El Niño multiplica el desarrollo de enfermedades derivadas de las lluvias como el dengue y problemas gastrointestinales, porque en este tipo de comunidades sin agua corriente provoca que vecinos almacenen agua, algo que por ejemplo permite la expansión del mosquito del dengue.

“El consumo de agua no apta contiene patógenos, bacterias y virus. Ante una emergencia, la población puede verse en la necesidad de consumir agua de este canal que no está tratada, y fácilmente al consumirla van a contraer enfermedades gastrointestinales o relacionadas con la piel o respiración”, sostiene Porras.

Impacto del dengue

Mujeres llenan baldes con agua de los bidones instalados por Acción contra el Hambre, el 6 de septiembre de 2023 en el asentamiento humano de Mocará, departamento de Piura (Perú). EFE/Paolo Aguilar

Según las últimas cifras del Ministerio de Salud, en lo que va de este año se han registrado 419 muertes por dengue en el país. Los fallecidos por esta enfermedad a esta misma altura del año en 2022 fueron 71, y en 2021 fueron 28.

“Fue horrible la cantidad de pacientes. No alcanzábamos. Ahorita ha bajado un poco pero siguen llegando casos complicados”, dice mientras pone el termómetro a un niño con síntomas de dengue Julia, técnica enfermera del establecimiento de salud de Catacaos, en el Bajo Piura, al recordar que hace unos meses superaban los 130 casos al día.

Mario Mendoza, jefe de la institución sanitaria, explica que tuvieron que habilitar con urgencia un área para los pacientes en mitad de un pasillo en abril, el pico de casos.

“Esto se está proyectando a que colapse más, por eso se insiste a que la población tome conciencia y se dote a las instituciones con mayor equipamiento y personal para poder dar una mejor lucha a esta enfermedad endémica”, relata en el humilde centro al añadir que espera ayuda estatal porque “ya tendría que haber una unidad de dengue especializada”.

Al igual que Mendoza espera recursos para dar respuesta a la oleada de casos de dengue que se pronostican con la llegada de un nuevo Niño, la población aguarda cualquier tipo de asistencia para que las lluvias no empeoren su vulnerable situación.

Paula Bayarte

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